Los infortunios del vicio . El 2 de diciembre de 1814, luego de trece años de reclusión en el asilo para locos de Charenton, al sureste de París, moría el Marqués de Sade. Su muerte llevó sosiego al personal del hospicio y desdicha a los locos, que lo lloraron durante los dos días que el cadáver permaneció en su mazmorra.

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Después del entierro, el hijo del marqués quemó en el patio del asilo parte de lo que encontró en la celda. Esto es, alguna ropa vieja, un par de batas manchadas de vómito, un retrato al óleo de su padre, paquetes de documentos e infinidad de folios que componían Los días de Florbelle, obra en la que Sade trabajó hasta que le fallaron los dedos.

Los libros, entre ellos una edición del Quijote y los 89 tomos de la edición de 1785 de las obras de Voltaire, se los regaló a Ramón, el joven médico del hospicio.

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La prosa de Sade es vital, caustica e incómoda. Cargadas de imágenes de una violencia sexual extrema, sus obras “Justine o los infortunios de la virtud”, “Juliette o el vicio ampliamente recompensado”, “La filosofía del tocador” o “Las 120 jornadas de Sodoma”, entre otras, removieron muchos corazones en aquella Francia dieciochesca y católica que incubaba su propia destrucción.

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No le faltó tiempo a la Iglesia para incluirlas en su Index Librorum Prohibitorum, pero esto no evitó que aquellas impresiones se expandieran como una peste por habitaciones y tocadores “tiznando” para siempre manos y cerebros.
El legado de Sade que sobrevivió a la ira de los puritanos fue reverenciado por la siguiente generación de escritores.

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Dostoievski, Flaubert, Apollinaire, Rimbaud, y otros, no ocultaron la admiración e impacto positivo que algunos de los textos del marqués ejercieron sobre ellos… Tampoco ocultaron su admiración por Sade autores y artistas del siglo XX, como Sigmund Freud, Simone de Beauvoir, Luis Buñuel, Salvador Dalí, Passolini o Stanley Kubrick.

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No es mi modo de pensar lo que ha causado mis desgracias, sino el modo de pensar de los demás. (Marqués de Sade).

Sade es contestatario y descreído, odioso y virulento, burlón, negador y oscuro. Él piensa, cree, afirma, que el ser humano es caótico y destructor y que no merece otra cosa que la devastación y la quiebra. Sus obras son, ante todo, poderosos estudios de nuestras sombras y fragilidades, monumentos a un deseo enfermizo, insaciable y devastador anclado en una animalidad que desgarra, muerde y devora los cuerpos.

El misterio de el Marqués de Sade

La psiquiatría y la psicología no han conseguido ponerse de acuerdo en un diagnóstico; neurótico, psicótico, bipolar, obsesivo compulsivo, esquizofrénico… todas estas palabras se estrellan ante lo que la historia nos devuelve de este hombre, que nace en una familia aristocrática, que vive una infancia tranquila, ajena a la erótica salvaje que signará su obra literaria, pero influenciada por su tío, el abate de Sade, un hombre culto y libertino que lo educa en sus primeros años iniciándolo en la filosofía y los libros de viajes, romance y poesía.

A saber lo que hablaban esos dos a la luz de las velas, cuántas historias susurró el abate a su sobrino, cuántas fantasías, cuánta ira y cuánto descrédito inculcó en su joven alma

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Desposado en contra de su voluntad con la joven Renée-Pélagie, hija mayor de los Montreuil, una conservadora y poderosa familia bien posicionada, pero sin títulos de nobleza, Sade se gana desde el primer día el odio de su suegra, Madame de Montreuil, quien se convertiría en su némesis.

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Con su matrimonio, el marqués inicia su carrera literaria, y con ella, de manera inexplicable, comienzan sus escándalos sexuales. Instalado en el castillo de la familia de su mujer, en la zona de Normandía, Sade se ve envuelto en un confuso incidente por el que es arrestado en 1763 y conducido a la fortaleza de Vincennes por orden del propio Rey Luis XV.

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Según sostienen algunos autores, Sade había puesto a circular un manuscrito de su autoría de explosivo contenido sexual. El marqués pasa 15 días encerrado en Vicennes hasta que la familia de su esposa, a instancias de esta, se hace cargo de él. En realidad, Sade no ha debutado como un aberrado sino como un subversivo. Y no hay nada que incordie más a los totalitarios que un subversivo.

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Renée-Pélagie.

Es un personaje inquietante. Discreta hasta el agotamiento, y de una suavidad casi poética,

desoye una y otra vez la torrentera de chismes que involucran a su marido con las nobles y las prostitutas.

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El misterio de el Marqués de Sade

Mientras Sade carga con la piedra de su sexualidad, Renée-Pélagie lo consuela,

lo protege hasta donde puede, y lo visita en todas las cárceles en las que está encerrado.
«Es difícil probar cuánto hay de cierto en las acusaciones y cuánto es la consecuencia de

una leyenda negra construida a partir de la envidia y el recelo provocados por el impacto de los textos que Donatien distribuía…»

La esposa acude a esos antros de la infamia sin querer ver los crímenes de su pareja,

que van desde la tortura a una vagabunda, Rose Keller, a la que azota y corta con

un cuchillo derramando luego cera en sus heridas abiertas, hasta el envenenamiento

a las participantes en una orgía con un afrodisíaco letal extraído de un insecto llamado cantárida,

pasando por la seducción y sodomización de Anne Prospére, su hermana más pequeña.

Es difícil probar cuánto hay de cierto en las acusaciones y cuánto es la consecuencia de

una leyenda negra construida a partir de la envidia y el recelo provocados por el impacto de

los textos que Donatien distribuía sotto voce entre sus conocidos y que describen

actos similares a aquellos por los que fue acusado y condenado en varias ocasiones.

Ya muerta, Renée-Pélagie es enterrada por la historia.

No ofrece interés una mujer que no se suma al coro de acusaciones, que no grita improperios,

que no se persigna ante una frase o una ilustración mundana, que no se escandaliza ante una lóbrega fantasía.

Afortunadamente, nos quedan algunas cartas que nos dan una pálida idea de lo que fue

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la relación de ambos y del carácter de él, bastante alejado del perfil de los personajes de sus novelas: aristócratas y miembros del clero poseídos por escabrosos deseos carnales

Portada de la peĺícula «Saló, o los 120 días de Sodoma», de Pier Paolo Pasolini.

Podrás obtener más información de blogs interesantes en la web de blogs de La mansión. Todo sobre lo inexplicable.

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